El académico del Instituto de Estudios Internacionales analizó el escenario nacional ante una posible discusión en la sala del Senado del Acuerdo Internacional. "El TPP es, en gran parte, el resultado de una estrategia geopolítica de Estados Unidos para frenar la hegemonía de China en Asia y el comercio internacional", explicó el PhD en Estudios de Desarrollo por la Universidad de Cambridge .
Claudia Carvajal G.
El Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico, más conocido como TPP-11 y la idea de que Chile lo ratificara durante 2019, se diluyó luego del 18 de octubre de 2019 y actualmente se encuentra en el congelador del Senado. Incluso, en febrero el Gobierno le quitó la suma urgencia ante la enorme cantidad de proyectos de la agenda social que requerían una pronta atención por parte del Congreso.
Así, la discusión pública se había centrado principalmente en el proceso constituyente, sin embargo este domingo, el canciller Andrés Allamand nuevamente reflotó el tema y la atención pública fijó sus ojos en en la eventual reanudación del trámite legislativo.
José Miguel Ahumada, académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile y máster en Economía Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid, conversó con nuestro medio sobre este acuerdo y las posibles consecuencias de su aprobación por parte de la sala del Senado.
El domingo en una entrevista televisiva el canciller Allamand mencionó que el Gobierno espera reanudar pronto la discusión de la aprobación del TPP- 11 sobre la base de los beneficios que reporta al país. ¿Cuáles son esos beneficios a la luz de la crisis económica nacional y mundial que enfrentamos?
Creo que las razones son de corto y largo plazo. En las primeras se hace referencia a que con reglas más claras de comercio y procesos de profundización de la liberalización comercial pueden volver a estimular el comercio internacional, esto es, dar más certidumbre a los exportadores nacionales de modo que ese sector de la economía sea nuevamente un pilar fundamental de nuestro crecimiento, como lo ha sido desde los 90. Este tipo de acuerdos, junto a otras políticas de recuperación, permitirían retomar el crecimiento económico nacional, afectado tanto por el shock de la pandemia, como por las situaciones vividas el año pasado.
A largo plazo, imagino que el Ministro hace referencia a que la estrategia de apertura comercial generó tan buenos frutos durante los ´90 y los 2000, según el Gobierno, que es una estrategia que podríamos continuar en orden a mantener un crecimiento económico que Chile necesita urgentemente retomar. Por otro lado, para los gobiernos de las últimas décadas esta estrategia ha sido exitosa para aumentar la producción per cápita chilena y acercar a Chile al desarrollo. Por supuesto, eso es algo que no comparto.
Estamos iniciando un proceso constituyente y nuestra institucionalidad, tal como la conocemos hoy, podría no ser la misma. ¿Considera usted que el Gobierno podría querer apurar la probación del TPP-11 antes de tener una nueva Constitución y así asegurar que el tratado esté vigente antes de tener una nueva carta fundamental?
Puede ser una opción, dada la coyuntura política que nos mantiene en incertidumbre sobre lo que viene, lo más seguro para el Gobierno actual sería dejar listo ese tipo de acuerdos de forma tal que si la discusión constituyente dijera que la estrategia que hemos seguido hasta hoy merece cambios sustantivos, sea más difícil no respetar estos acuerdos previos. Sin embargo, creo que eso es dispararse en los pies, porque estas estrategias ya dieron lo que podían dar y ahora generan una inserción que está tocando su límite. La productividad que se puede sacar del cobre es baja y desde mediados de los ´90 hay un deterioro en la biomasa marina disponible para la pesca, hay menos espacios para la expansión oceánica, lo mismo pasa con el sector forestal. Entonces, los sectores sobre los cuales Chile apostó su dinamismo exportador y que los tratados de libre comercio buscaron estimular, hoy no solo están siendo menos dinámicos, sino que están plagados de fallas de mercado, de destrucción medioambiental y de problemas socioambientales, por lo tanto, seguir profundizando en ello es seguir poniéndole bencina al fuego social que hoy vivimos.
El entorno de Joe Biden ha dado a entender que podría reintegrar a Estados Unidos al TPP-11 ¿Sigue considerándose este tratado como un intento de aislar a China del panorama económico global?
Se está discutiendo que Biden podría solicitar la inclusión al acuerdo, y ello abre la puerta de nuevo a la discusión de la propiedad intelectual, que había sido uno de los temas polémicos respecto de este tratado. Volver a abrir esa agenda, con la inclusión de Estados Unidos, es muy problemático. En cuanto a China, ellos están haciendo su propio acuerdo comercial que involucra casi el 30 por ciento del PIB mundial, por eso Estados Unidos ha buscado constantemente generar mecanismos comerciales alternativos para hacer contrapeso.
El TPP es, en gran parte, el resultado de una estrategia geopolítica de Estados Unidos para frenar la hegemonía de China en Asia y el comercio internacional, pues es uno de los principales exportadores e importadores del mundo. Es más, están entrando en un conflicto por la inteligencia artificial y la tecnología 5G con Estados Unidos, pero esta práctica del país norteamericano la conocemos desde siempre, cuando en los noventas ellos intentaron levantar el ALCA ( Área de Libre Comercio de las Américas) para asegurar su hegemonía en América Latina ante el avance europeo. Lo mismo pasó con los ciclos de acuerdos de libre comercio, particularmente el que se firmó con Chile, que fue una forma de limitar el Mercosur. Ahora, el TPP es una forma de ganar la batalla geoeconómica con China. Los economistas buscan razones técnicas a las relaciones internacionales cuyo objetivo es la eficiencia, pero en la realidad se trata de relaciones de poder entre las hegemonías.
Ante la perspectiva de un nuevo pacto social y enfocándonos en lo colectivo, la demanda social parece ser un Estado más grande, pasar de lo subsidiario a un Estado que garantice derechos. De aprobarse ahora, ¿Cuánto afectaría a esa aspiración?
Todos los temas relativos a políticas productivas que el Estado puede implementar en áreas de inversión extranjera, de propiedad intelectual, de flujos financieros, de subsidios a las exportaciones, ya están restringidos por la política comercial chilena implementada en los noventas con los acuerdos de libre comercio que se firmaron o con la inserción en los acuerdo multilaterales como la OMC. Todos ellos restringen espacios de acción del Estado, el punto clave es saber qué espacios restringe y ello redunda en que el Estado no puede implementar políticas productivas que colaborarían con asegurar la base material para que los derechos sociales o las demandas de la ciudadanía puedan ser sostenibles en el largo plazo. Eso fue lo que hizo Noruega, implementó políticas de contenido tecnológico como demanda para la inversión extranjera y ello les permitió asegurar derechos sociales como educación y salud gratuita.
Creo que uno de los objetivos que habría que discutir en el proceso constituyente es cómo vincular las demandas sociales de la población y garantizar derechos sociales básicos, con que sean sostenibles y posean base material y para ello necesitan políticas productivas. Ellas deben apuntar a diversificar las exportaciones y generar un tejido productivo altamente dinámico en las áreas en las que Chile es competitivo. Pero ese tipo de políticas, se restringen con los acuerdos comerciales como el TPP.
El TPP 11 entonces nos ata a esta matriz productiva extractivista y poco sustentable y así, ahonda los problemas sociales que nos aquejan…
Exactamente. Nos amarra a ese patrón exportador que ya no genera el dinamismo de los ´90 por sus características cortoplacistas, pero a la vez genera problemas sociales como las zonas de sacrificio, o en el sur con el pueblo mapuche y las forestales, la crisis hídrica por los monocultivos de paltas, etcétera. Entonces, tratar de decir que ése es el camino al desarrollo es un prejuicio ideológico, cuando lo que hace falta hoy es más pragmatismo y ver qué hicieron los países que pasaron de ser economías extractivas a economías dinámicas. Falta pragmatismo y sobra ideología.
¿Dónde poner el foco entonces?
Finlandia no habría podido pasar de exportar celulosa a generar Nokia sin la reforma educacional de 1967 que aseguró la educación gratuita y eso lo hicieron cuando tenían un PIB considerablemente inferior al chileno. Insisto: menos ideología, como la que ha predominado en Chile en los últimos 40 años y más pragmatismo.
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